La lluvia regresó en el momento más esperado después de tres años, un desfile, el de este año, que nos devolvía la ilusión y la esperanza. Y lo hizo precisamente cuando el Hermano Regidor ya había delegado en el Hermano Protocolario el inicio de la procesión y este había ordenado que se abrieran las puertas del templo.
De pronto y en pocos minutos se vio desvanecido ese sueño, y regresó el temor sempiterno que agita en silencio nuestras pesadillas, el agua comenzó a caer, lentamente, obstinada y persistente. Los paraguas se abrieron de inmediato, la lluvia no cesaba. No pintaba bien. La previsión de lluvia de los últimos quince días se había hecho realidad cuando casi ya pensábamos que lo habíamos logrado. Gestos de preocupación. El agua caía con más intensidad. Se cierran las puertas.
El Hermano Protocolario contactó con la Agencia Estatal de Meteorología. Con un cielo nublado y con una lluvia por momentos intensa era bastante improbable encontrar una hora o dos horas seguidas sin lluvia. No había margen para la espera.
Si por los hermanos fuera, habríamos esperado en la calle el tiempo que hubiera hecho falta para salir en procesión. Pero no era posible. A las 20.49 el Hermano Regidor se dirigió a la Hermandad, abatido y cabizbajo, pidiendo perdón por una decisión que no podía evitar.
El Consejo Rector de la hermandad había decidido que las condiciones meteorológicas impedían el desarrollo normal de la procesión y daba las gracias a todos por su predisposición.
Se suspende.
En esos momentos ya llovía mas dentro que fuera. En cada corazón, en los ojos vidriosos se denotaba un ambiente de desolación. Abrazos melancólicos. Despedidas tristes. Algunos hermanos no pueden detener su emoción. Semblantes de tristeza, lamentos.
Ese es el aspecto de una Hermandad cuando recibe la peor de las noticias.
Entretanto, la Banda de Música de Zamora trataba de afrontar el dolor de los Hermanos interpretando Mater Mea, y Jesús en su Tercera Caída se mecía lentamente, susurrando, mirándonos cara a cara, con la emoción de su ritmo, de su paso lento, con la intensidad y la emoción de un momento que se nos hace eterno.
A continuación, El Coro de la Hermandad entonó La Muerte No es el Final acompañado de la Banda de Música, y La Despedida, La Virgen de La Amargura, junto con La Corona y La Cruz de Yugos acompañan a Jesús Caído en su septuagésimo quinto aniversario. Mecidos al unísono, fueron unos momentos intensos, breves, anhelados que nos aliviaron unos minutos de mucha tristeza.
Pero no olvidamos a todos aquellos que forman la Hermandad y que por las dimensiones de la Iglesia no podían estar en el interior compartiendo este momento: La Banda de Clarines, Corona y Cierre Hermanos, Portadores de Cruces y Palabras, todos y cada uno de los hermanos de fila que sufrieron con resignación la lluvia, aflorando momentos de fe y penitencia.
Y todos los hermanos de acera, el público más fiel capaz de soportar una tarde desapacible, refugiándose en sus paraguas a las puertas de la Iglesia.
La Hermandad de Jesús en su Tercera Caída deberá esperar un año más para procesionar por Zamora.
Triste Lunes Santo en Zamora.