Mi corazón espera
también, hacia la luz y hacia la vida,
otro milagro de la primavera.
(A. Machado)
Atardecer de primavera en los alrededores de la iglesia de San Lázaro, un cielo plomizo amenazante. Desde la cuesta de la Morana se contempla la puerta principal y se escucha el bullicio de una gran multitud esperando que el desfile comience.
En el interior del templo, se produce el ansiado momento en el que el Hermano Protocolario da la orden : ¡Abrid las puertas!.
Y en un abrir y cerrar de ojos la procesión se pone en marcha, caminando lentamente al paso imperturbable del redoblar de los tambores.
La banda de clarines y tambores abre el camino, anunciando el cortejo. Tras la banda, el inconfundible tintineo de las esquilas del Barandales.
Y tras ellos mas de dos mil hermanos.
Es el camino de cada lunes santo, envuelto de raso blanco y negro, el camino que nos devuelve la vida, que nos recuerda los hermanos perdidos.
Es el camino de las cruces de José Luis Alonso Coomonte, de Feliciano Prieto. El camino de la Cruz de Yugos y de la Corona de Espinas hecha con rejas de arado.
Es la cruz de dos mil hermanos.
Es el camino de La Despedida. La triste despedida de una Madre y un Hijo, resignada ante la voluntad de Dios, entregada con ese amor infinito. La obra de Pérez Comendador iba escoltada por un piquete de la Guardia Civil, que este año ha sido reconocida con el Barandales de Honor y acompañada de la Banda de Música “Maestro Nacor Blanco”.
Y también es nuestro destino. Vivir. Siendo felices en la vida que nos han dado.
Avanzando hacia nuestro destino, Jesús cae por tercera vez. Todos queremos ayudar a llevar su cruz. Aliviar su dolor. Y su mirada se pierde…
Jesús en su Tercera Caída, de Quintín de Torre, iba escoltado por el Ejército de Tierra al compás de la Banda de Música de Zamora.
La Virgen de la Amargura, del zamorano Ramón Abrantes, iba escoltada por miembros del Ejercito del Aire y como es tradicional acompañada por la Banda de Música “La Lira” de Toro.
En la Plaza Mayor se produce el colofón a esta noche ensoñada durante los trescientos sesenta y cinco días del año. La noche se hace silencio y la oración por los hermanos fallecidos brota de entre las piedras, y es nuestra Fe y nuestra Esperanza. La fe en su palabra, la confianza y la certeza de que los has devuelto a la vida, de que te los has llevado a la luz.