Pasos y Andas

Hermandad de Jesús en su Tercera Caída

ANDAS

Cruz de Yugos

Se trata de una obra de gran tamaño, donada en 1987 por el maestro benaventano José Luis Alonso Coomonte (1932), se puede encuadrar en la renovación estética que supuso el movimiento de Arte Sacro iniciado en los años 60.

Está realizada a partir de seis yugos de bueyes atados entre si mediante rudas correas o cordales de cuero. Estos elementos agrícolas se ciñen a una cruz de hierro forjado, decorada en toda su extensión con puntas piramidales. Todo ello forma un símbolo del compromiso del artista con la tierra que le vio nacer.

La Cruz de Yugos, símbolo de la unión del autor con la Hermandad, inicialmente fue portada en hombros colgada con unas maromas a unos banzos de madera, posteriormente y debido a su dificultad para llevarla en la procesión, se puso sobre un anda, según indicaciones del autor. Desde entonces, hace más de tres décadas, los hermanos portan en sus hombros esta obra, tremendamente personal, quedando convertida en un símbolo de la Pasión zamorana cada Lunes Santo.

Corona de Espinas

Desde 1999 forma parte del desfile de nuestra Hermandad, también obra del excepcional José Luis Alonso Coomonte. Su obra religiosa, que explora las posibilidades de nuevos materiales y de modos de expresión acordes a las propuestas del Concilio Vaticano II, se encuentra profundamente vinculada a la imaginería y estética de la hermandad de Jesús en su tercera caída. Se trata de una sucesión circular de rejas de arado romano entrelazadas entre sí mediante soldaduras y que traduce a proporciones ciclópeas la corona de espinas de la Pasión Cristo.

En este trabajo se une la misma filosofía que en la Cruz de Yugos que la complementa, en ella se exalta el hierro como elemento esencial para el autor. Su funde aquí, mejor que en ninguna otra obra de su producción la profunda raigambre tradicional de su obra, de su formación, de sus fuentes de inspiración, con la más absoluta modernidad en su concepción, interpretación e incluso en la manera de resolver el tratamiento del material. La pieza fue expuesta en el año 2011 en la exposición Passio, edición de la muestra Las Edades del Hombre celebrada en Medina del Campo y Medina de Rioseco.

PASOS

Despedida de Jesús y su Madre

Enrique Pérez Comendador, cacereño de nacimiento (1900-1981), aunque encuadrable en la escuela sevillana de escultura, talló este bello conjunto en el ecuador de su carrera artística, en 1957. Obra en madera, policromada al aceite, describe el momento en que Cristo encaminado a su Pasión es confortado por su Madre. Ambas tallas están policromadas a base de suaves veladuras al aceite, dejando al descubierto las vetas de la madera en las vestiduras con diversos toques dorados. En las encarnaciones, se emplea el óleo de manera mucho más trabajada, dotándolas de gran realismo, que se acentúa en el juego de las manos de ambas figuras junto con su particular mirada realista por la técnica del autor utilizando ojos de marfil con iris de carey.

No siendo un pasaje común en la iconografía de la Semana Santa, parece que la adopción de este particular momento por la imaginería pasional española procede de las creaciones de uno de los pintores más destacados de la España de los siglos XVI y XVII: El Greco. Él sería uno de los primeros artistas en representar la soledad e intimismo del encuentro entre María y su Hijo, en el que el juego de miradas y actitudes hacen innecesarias las palabras. Aunque si algunas hubieran de acompañar a este grupo serían las que salieron de la pluma de Lope de Vega: Tiernamente se despiden; / tanto, que en solo mirarse / parece que entre los dos / se está repartiendo el cáliz. / Hijo, le dice la Virgen / ¡ay si pudiera excusarte / esta llorosa partida /que la entrañas me parte!

Jesús en su tercera caída

El paso titular de esta hermandad fue tallado por el bilbaíno Quintín de Torre Berasategui (1877-1966) en el año 1.947 utilizando pino del norte. Ante nosotros aparece Jesús, caído, corpulento y de medidas que superan el tamaño natural, apoyando su brazo izquierdo en el suelo mientras con el otro trata de soportar la pesada cruz que descansa sobre su espalda. La tercera caída representa el agotamiento del hombre, sin aliento, exhausto, sin arrestos para levantarse…ya en la inmediatez del punto donde iba a ser crucificado. La voluntad del Padre se estaba cumpliendo hasta las últimas consecuencias.

Artísticamente la imagen es un compendio del estilo de este imaginero, en el que se acentúan los rasgos realistas y expresivos de sus figuras con un importante poso de la tradición de los maestros castellanos del renacimiento y el barroco. Incluye una postura dura y arriesgada que a la vez genera fuerza y compasión en quien la observa, el mismo autor propuso esta forma escalonada y la elección de los faroles que lo acompañan. Siempre se ha dicho que la fuente de inspiración para el autor de esta imagen, fue una obra de pintura sobre tabla del retablo existente al lado del altar mayor de la catedral de Zamora. También se sabe que, en su ejecución, debido a la debilidad en la salud de Quintín de Torre, tuvo la ayuda de otros escultores de su taller, fuese o no cierto, la belleza y categoría de la imagen ha dejado representada de manera inmejorable la IX estación de la tradición devocional de las “estaciones de la cruz” del Vía Crucis.

Virgen de la Amargura

La obra del escultor zamorano Ramón Abrantes (1930-2006) que, al contrario de lo que pudiera pensarse y pese a haber recibido otros ofrecimientos, sólo dejó esta obra en la pasión de la ciudad del Duero, si exceptuamos la restauración que en 1961 efectuó en la talla de Jesús en su Tercera Caída. Es un modelo clásica de Virgen “castellana”, si bien Abrantes imprime su carácter personal dotándola de ciertos matices novedosos ya que muestra un patetismo de una madre mirando al cielo con su brazo derecho reclamando el auxilio del Padre, pero pese al acusado abatimiento reflejado en su rostro no aparecen lágrimas en su rostro, muestra su dolor de forma serena.

Esta Virgen, es una imagen de las llamadas “de bastidor”, por tener sólo talladas en su totalidad la partes visibles, en este caso con madera de cerezo muy utilizada para ello por su tono y nobleza, el cuerpo es de madera de pino. Llama la atención por su gran altura, 182 centímetros, por el intento de su autor por armonizarla con el conjunto escultórico de la Hermandad, formado por obras de gran tamaño.

Bendecida en 1959, viste túnica blanca de lamé plateado y desde 1963, un precioso manto de terciopelo negro bordado con cruces de oro, en los laterales presenta un diseño de grecas con motivos vegetales que lo dirigen hacia el centro del mismo donde en su interior se inscribe el anagrama coronado de la Virgen María. La tradición indica que en el anverso de las cruces figuran los nombres de la personas que contribuyeron con sus donativos a su confección.

Representa a María, de pie, con la mirada dirigida hacia lo alto y la mano derecha alzada. ¡Cuánto dolor y pena encierran su mirada y la expresión de su rostro! Delante de ella, su Hijo, camino del Calvario tal y como narraba la advocación popular de los “Siete Dolores de María”: Verdaderamente, calle de la amargura fue aquella en que encontraste a Jesús tan sucio, afeado y desgarrado, cargado con la cruz que se hizo responsable de todos los pecados de los hombres, cometidos y por cometer. ¡Pobre Madre! Quiero consolarte enjugando tus lágrimas con mi amor.