«¡Bienaventurados los que creen sin haber visto!» (Jn 20, 29).
En este Domingo de Resurrección, día de gozo y luz, la Iglesia entera proclama con júbilo el corazón de nuestra fe: ¡Cristo vive! No es un recuerdo del pasado, sino una realidad viva que transforma el presente y abre las puertas de la eternidad. La Pascua no es solo una fiesta más, sino la máxima celebración del cristiano, porque en ella se revela el triunfo definitivo de la Vida sobre la muerte, del Amor sobre el pecado, de la Esperanza sobre toda desesperación.
¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? (Lc 24, 5). El sepulcro vacío es el signo que desbarata toda duda: Jesús, el Crucificado, ha vencido. Su Resurrección confirma que Él es verdaderamente el Hijo de Dios, el Salvador prometido, el Cordero que quita el pecado del mundo. Por eso, la cruz ya no es derrota, sino camino de gloria; el sufrimiento no tiene la última palabra, porque todo sacrificio, toda renuncia y todo dolor encuentran su sentido pleno en la luz de esta mañana.
Hoy, como a María Magdalena, el Señor nos pregunta con amor: «¿Por qué lloras?». Y a nosotros, peregrinos en este mundo, nos repite: «¡No temáis!». La promesa de la vida eterna ya no es una esperanza lejana, sino una certeza que ilumina nuestro caminar.
Somos testigos. No por haber visto con nuestros ojos, sino por haber experimentado en el corazón la fuerza del Resucitado. Por eso, como Iglesia, como Hermandad y como familias, celebremos con alegría contagiosa esta Victoria de Cristo, que es también la nuestra. Que nuestra vida entera sea un «Aleluya» permanente, anunciando al mundo que la muerte no es el final y que, en Él, todos resucitaremos.
¡Feliz Pascua de Resurrección!
Hermandad de Jesús en su Tercera Caída
Domingo de Resurrección, 2025