Procesión

Hermandad de Jesús en su Tercera Caída

El actual Estatuto, en su artículo 2, sobre sus fines, establece:

 

“Esta Hermandad, caracterizada por el espíritu de la religión de Cristo y la doctrina de su Iglesia, tendrá como fines principales:

a) “Dar culto a Dios conmemorando en la noche del Lunes Santo la Pasión de Nuestro Señor, especialmente en el momento de su Tercera Caída, con una procesión que sea auténtica manifestación de fe, austeridad y penitencia.”

La procesión tiene lugar en la tarde del Lunes Santo. A partir de las 20:30 horas cofrades con caperuz y túnica de raso negro, envuelta con una capa blanca de amplios vuelos con su emblema bordado en rojo, acompañan a Jesús Caído bajo el peso de la Cruz que ha descendido a la tierra zamorana. En su recorrido mira por última vez a su Madre que lo despide para que cumpla su destino con sufrimiento infinito, aunque no lo deja, va con Él pidiendo al cielo, con su mirada y su mano, la ayuda para soportar su terrible amargura. Después, en la Plaza Mayor, rodeados por capas de raso blanco, que, como pañuelos, recogerán las lágrimas de emoción al recordar a todos los fallecidos con oración y cántico dando la esperanza y certeza que “la muerte no es el final”.

Historia de la Procesión:

Según recoge José Hernández Luis en el Libro del 75 Aniversario:

Desde el punto de vista religioso, el acto central de la Hermandad ha sido siempre la procesión. La primera tuvo lugar el Miércoles Santo de 1943 a las tres de la tarde. A falta de una imagen propia, se desfiló con el nazareno de La Caída, ofrecido por la Cofradía de Jesús Nazareno. Los Hermanos acompañaron a la imagen con varas prestadas por la Cofradía de la Vera Cruz a través de la Junta de Fomento de la Semana Santa.”

En marzo de 1946 los hermanos manifiestan su deseo de que, en cuanto se dispusiera de la imagen titular propia, se trasladase la procesión al Lunes Santo. El artista que estaba tallando la obra, Quintín de Torre, había recomendado que la imagen desfilase de noche, con luz crepuscular. Al año siguiente se debatirá sobre el día de salida en procesión, acordando tres posibilidades por orden de conveniencia:

  • Miércoles Santo, dos horas después de haber entrado la Cofradía del Silencio.
  • Jueves Santo, tras los oficios en San Lázaro, es decir, sobre las once.
  • Lunes Santo, una vez anochecido.

Paradojas de la historia, el regidor advirtió que esta última posibilidad era la menos conveniente porque el lunes todavía había pocos “forasteros” y si muchos impedimentos de tipo laboral. Finalmente se optó por salir el jueves para conseguir mayor solemnidad. La procesión no tuvo éxito porque tal día era costumbre visitar las iglesias, acudir a los actos de otras cofradías, etc. y en 1948 se volvería a debatir. Se propone desfilar el Lunes Santo a las ocho de la noche, pues es el día que permanece libre y a esa hora ya ha cesado la jornada laboral. Otros hermanos barajan salir la noche del Miércoles Santo, una hora después de la entrada del Silencio para tener margen. Tras la intervención del capellán, que defiendo la opción del lunes por entenderlo más cómodo para que acudan los fieles a contemplar los actos, se aprueba desfilar el Lunes Santo a las ocho de la tarde, fecha que, aún con retoques horarios, se ha mantenido hasta el presente”